Nelson fue mi primer schnauzer, un ejemplo de fidelidad y cariño.
Hoy he vuelto a leer las palabras que le dediqué hace un año en este blog, y me gustaría volver a compartir su recuerdo con tod@s vosotr@s. Fueron doce maravillosos años a su lado que nunca olvidaré.
Nelson era un schnauzer miniatura con las características propias de su raza: inteligente, vigilante, juguetón, atrevido, defensor de su territorio, fiel y obediente. Pero si tuviera que definirlo con una palabra solamente, ésta sería: " bondad ".
Nelson era exageradamente bueno, obediente y cariñoso.
Era el mes de Julio. En el escaparate de una tienda de animales ,( a la que yo iba a comprar pienso para los peces y el loro), estaba aquel precioso cachorro negro con un mechoncito blanco en la barba. Fue aquel día cuando me planteé que podría aumentar mi familia.
- Resérvamelo hasta mañana, pues tengo que pensármelo- le dije a la veterinaria que no hacía más que animarme a que lo llevara, elogiando las grandes cualidades del schnauzer.
Aquella noche no pude dormir pensando en la gran responsabilidad que suponía traer un perro a casa. Pero él ya me había cautivado con su mirada. Aquellos ojitos negros, que me miraban fijamente, ya me habían conquistado. Después de muchas, muchísimas cavilaciones, y de analizar bien los pros y los contras, (consultando toda la noche con la almohada ), fui a por él. Y puedo decir que no me arrepentí ni un solo día en los 12 años que vivió. Todo el tiempo que le dediqué y el cariño que le di fue compensado con creces. No entiendo a esas personas que adquieren un cachorro, como si de un peluche se tratara, y que pasado un tiempo se deshacen de él y ¡¡¡de qué manera!!!
Nelson adoraba a toda la familia, pero tengo que decir que por mí sentía auténtica devoción. Siempre estaba a mí lado en casa, y cuando no, acudía apenas yo abría la boca o emitía el más leve sonido. Jugaba con él al escondite y si tardaba en encontrarme, se ponía a llorar ( bueno, a gimotear ). ¿Cuántas veces hemos oído, refiriéndose a un perro " sólo le falta hablar"? Nelson no necesitaba hablar. Nos comunicábamos perfectamente. Yo siempre sabía lo que me quería decir, según el tono, la intensidad o la frecuencia de sus ladridos.
Cuando ya tenía 10 años, un "fatídico" día descubrimos que no veía bien. El veterinario dijo que creía que eran cataratas. Para confirmar el diágnostico nos aconsejó llevarlo a Lugo, a la Clínica Universitaria de Veterinaria.
Allá fuimos, con la esperanza de que realmente fueran cataratas y se pudieran operar. Cuando el médico-veterinario nos dijo que lo que tenía era una enfermedad congénita de la retina y que no tenía remedio, nos quedamos petrificados. Tanto es así que nos preguntó si lo habíamos entendido bien. Claro que lo habíamos entendido, pero el nudo que se nos puso en la garganta no nos dejaba pronunciar palabra.
No tardó mucho en quedarse completamente ciego, tropezaba con todo en casa. Cuando lo sacaba de paseo no se atrevía a bajar las escaleras, por la calle caminaba con inseguridad. Comenzó un periodo de depresión. No duró mucho porque yo me convertí en su lazarillo. En los paseos , ¡sube! ¡baja! eran las órdenes que le indicaban si subíamos o bajábamos escaleras, o los bordillos de las aceras. Aprendió a esquivar los obstáculos en casa y a pasear por la calle como siempre (de hecho, nunca supe bien, quién paseaba a quién). Volvió a ser el mismo perro alegre y juguetón de siempre.
Así vivió dos años más. Un sábado a mediodía no quiso salir de paseo, me extrañé y enseguida llegué a la conclusíón de que algo le pasaba. Llamé al veterinario y tuve que llevarlo a Urgencias, pues era fin de semana. Tenía hinchada la barriga y después de realizarle varias pruebas le diagnosticaron un cáncer. Le pusieron suero y medicación para reanimarlo. Volvimos a casa a las siete de la tarde. No habíamos comido pero tampoco teníamos ganas. La medicación hizo efecto y volvió a estar bien , pero sabíamos que el final estaba cerca. Fueron veinte días de incertidumbre, de llantos, de abrazos , de caricias, de mimos, de vigilarlo y cuidarlo, prácticamente, las veinticuatro horas del día. El día que nos dejó fue terrible. ¡¡¡Qué vacío tan grande había dejado !!! Su ausencia se hacía insoportable. Y por encima yo tenía que recoger todas sus cosas......
Cuando empecé a escribir solamente quería recordar los buenos, alegres y felices momentos que compartimos pero ...¿ cómo olvidar aquellos días? aquellos días que , a pesar de su enfermedad y su ceguera, venía a recibirnos cuando entrábamos en casa, dando siempre muestras de cariño y alegría.
Emotivo homenaje que le dedicas a tu Nelson; bonito, bonito. Yo tuve una perra a la que quise mucho y cuando murió, lo pasé tan mal que decidí no tener más perro; y lo sigo cumpliendo. Todo mi afecto. Besos.
ResponderEliminarQue bonito y emocionante tu recuerdo a Nelson.
ResponderEliminarYo nunca he tenido perros, y te soy franca tenia mas de treinta años y cuando me cruzaba con uno cambiaba de acera ya que me daban miedo, hasta que un día mis sobrinas empezaron con un perro que les trajo abandonado su padre y desde aquel momento se me cambio la idea y perdí el miedo, empecé a quererlo y descubrir los talentos que tienen estos animales y de lo que son capaces de amar y diferenciar a las personas.
Después del primer perro han seguido teniendo otros mas y así cada hermano, creo que cuando adoptas a uno ya no se puede vivir sin perro.
Besos Atenea y disfruta de ellos.
¡Qué bonitas palabras para el que tanto quisiste! Uno de los mejores homenajes que le podrías hacer, sin duda.
ResponderEliminarUn saludo!
Atenea, nunca he tenido mascota pero entiendo que cuando entran en la vida de uno, se convierten en uno más de la familia y que su falta deja un vacío inmenso.
ResponderEliminarPrecioso el homenaje.
Un abrazo.
Se me ha encogido el corazón amiga...tu sabes lo que amo a los animales, siempre fotografiando a mi perrito, ahora, al leer esto me entran ganas de llorar...son tan necesarios y su vacío debe de ser una herida que nunca termina de cicatrizar.
ResponderEliminarQue bello homenaje...
Nelson, cielo, cuando mi chuchi se vaya ya te ocuparás de el, le mostrarás tu cielo, tu nuevo hogar, mientras, cada vez que vea a mi perrito, tu estarás con nosotros, aunque no te conozca...
Atenea, que suerte tuvo de vivir contigo...
Gracias por esta entrada, viene bien desahogarse, recordar y amar...siempre...
Y gracias por tu otra entrada, la hiedra llorando es la misma, la tuya muy natural, la mía más trasteada, pero ya sabes que a mi me gusta la naturalidad de tus fotos...
Qué cosas...igual mi hiedra lloraba, al igual que la tuya por recordar a Nelson...
Un fuerte abrazo amiga.
Pequeña!!! oh, qué penita!! sobre todo porque les coges mucho cariño y hay muchas experiencias vividas!!!
ResponderEliminarPero recuerda, que mientras se nos recuerda, seguimos vivos!
Besazos
Lo has debido y lo seguirás pasando mal y te entiendo perfectamente. La perdida de un animal al que has querido tanto puede llegar a doler hasta como la de una persona. Mis padres tuvieron en Calicanto, ya que como dices que has nacido en Torrent igual lo conoce durante muchos años perra y perro, y sus muertes nos afectaron mucho. Lo siento mucho lo de tú Nelson y desde luego bonito homenaje el que le dedicaste. Gracias por pasarte por mí blog y saludos. Hasta pronto Atenea.
ResponderEliminarTe enlazo en mi lista de blogs. Saludos Atenea.
ResponderEliminarYo pasé por algo muy parecido hace unos años, con una perrita a la que nunca olvidaremos, fue muy duro. Los últimos días son terribles.
ResponderEliminarPero siempre nos quedan los buenos recuerdos.
Un abrazo
No deja de ser cruel la pérdida de un ser querido. Yo, que tengo perro y sé lo que cuesta mantenerlo y lo que compensa hacerlo, no puedo ni imaginar el día que tenga que dejarnos. Se que será duro, pero también se que será un paso más en la cadena de la vida. Es la ley de esa esencia vital que nos hace nacer y morir.
ResponderEliminarUn saludazo.