domingo, 20 de febrero de 2011

Dos años sin Nelson



Hoy, 20 de febrero, hace dos años exactamente que Nelson nos abandonó. Nelson era un schnauzer miniatura con  las características  propias de su raza: inteligente, vigilante, juguetón, atrevido, defensor de su territorio, fiel y obediente. Pero si tuviera que definirlo con una  palabra solamente, ésta sería: " bondad ".
 Nelson era exageradamente bueno, obediente y cariñoso.

Era el mes de Julio. En el escaparate de una tienda de animales ,( a la que yo iba a comprar pienso para los peces y el loro),  estaba aquel precioso cachorro negro  con un mechoncito blanco en la barba. Fue aquel día cuando me planteé que podría aumentar mi familia.

- Resérvamelo hasta mañana, pues tengo que pensármelo- le dije a la veterinaria que no hacía más que animarme a que lo llevara, elogiando las grandes cualidades del schnauzer.

Aquella noche no pude dormir pensando en la gran responsabilidad que suponía traer un perro a casa. Pero él ya me había cautivado con su mirada. Aquellos ojitos negros, que me miraban fijamente, ya me habían conquistado. Después de muchas, muchísimas cavilaciones, y de analizar bien los pros y los contras, (consultando toda la noche con la almohada ),  fui a por él. Y puedo decir que no me arrepentí ni un solo día en los 12 años que vivió. Todo el tiempo que le dediqué y el cariño que le di fue compensado con creces. No entiendo a esas personas que adquieren un cachorro,  como si de un peluche se tratara,  y que pasado un tiempo se deshacen de él y ¡¡¡de qué manera!!!

Nelson adoraba a toda la familia,  pero tengo que decir que por mí sentía auténtica devoción. Siempre estaba a mí lado en casa, y  cuando no, acudía apenas yo abría la boca o emitía el más leve sonido. Jugaba con él al escondite y si tardaba en encontrarme, se ponía a llorar ( bueno, a gimotear ). ¿Cuántas veces hemos oído, refiriéndose a un perro " sólo le falta hablar"? Nelson no necesitaba hablar. Nos comunicábamos perfectamente. Yo siempre sabía lo que me quería decir, según el tono, la intensidad o la frecuencia de sus ladridos.

Cuando ya tenía 10 años,  un "fatídico" día descubrimos que no veía bien. El veterinario dijo que creía que eran cataratas. Para confirmar el diágnostico nos aconsejó llevarlo a Lugo, a la Clínica Universitaria de Veterinaria.
Allá fuimos, con la esperanza de que realmente fueran cataratas y se  pudieran operar. Cuando el médico veterinario nos dijo que lo que tenía era una enfermedad congénita de la retina y que no tenía remedio, nos quedamos petrificados. Tanto es así que nos preguntó si lo habíamos entendido bien. Claro que lo habíamos entendido,  pero el nudo que se nos puso en la garganta no nos dejaba pronunciar palabra.

No tardó mucho en quedarse completamente ciego, tropezaba con todo en casa, cuando lo sacaba de paseo no se atrevía a bajar las escaleras, por la calle caminaba con inseguridad. Comenzó un periodo de depresión. No duró mucho porque yo me convertí en su lazarillo. En los paseos , ¡sube! ¡baja! eran las órdenes que le indicaban si  subíamos  o bajábamos escaleras, o los bordillos de las aceras. Aprendió a esquivar los obstáculos en casa y a pasear por la calle como siempre (de hecho, nunca supe bien, quién paseaba a quién). Volvió a ser el mismo perro alegre y juguetón de siempre.

Así vivió dos años más. Un sábado a mediodía no quiso salir de paseo, me extrañé y enseguida llegué a la conclusíón de que algo le pasaba. Llamé al veterinario y tuve que llevarlo a Urgencias, pues era fin de semana. Tenía hinchada la barriga y después de realizarle varias pruebas le diagnosticaron un cáncer. Le pusieron suero y medicación para reanimarlo. Volvimos a casa a las siete de la tarde. No habíamos comido pero tampoco teníamos ganas. La medicación hizo efecto y volvió a estar bien , pero sabíamos que el final estaba cerca. ´Fueron veinte días de incertidumbre,  de llantos, de abrazos , de caricias, de mimos, de vigilarlo y cuidarlo, prácticamente, las veinticuatro horas del día,. El día que nos dejó fue terrible. ¡¡¡Qué vacío tan grande había dejado !!! Su ausencia se hacía insoportable. Y por encima yo tenía que recoger todas sus cosas......

Cuando empecé a escribir solamente quería recordar los buenos, alegres y felices momentos que compartimos. ¿Pero cómo olvidar aquellos días? Aquellos días que , a pesar de su enfermedad y su ceguera,
venía a recibirnos, cuando entrábamos en casa, dando siempre muestras de cariño y alegría.

2 comentarios:

  1. Nelson!!!q perrazooo y cuantos recuerdos me trae a la cabeza,comola primera vez q lo vi,no me paraba de ladrar pq no me conocia :) pero despues de 1 par de días ya me tenia por 1 mas :D
    se le echa de menos

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  2. Xoel,recuerdo aquellos últimos días que veníais Breixo y tú a verlo cuando estaba tan mal y salía a saludaros dándole al rabito. ¡¡¡Qué voluntad tenía !!!Fue un "campeón" hasta el final.

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